Caza

– Te propongo un juego

– Vale ¿Cual?

– Con la primera frase o palabra que leas tienes que construir una historia.

Esto me lo propuso hace años mil, Irene, una niña de cinco años muy creativa y que se inventaba cada día una historia en nuestro taller de escritura de la biblioteca. No solo me encantó la idea, desde entonces la incorporé a mis ejercicios de escritura habituales. Cada vez que leo o veo una palabra inspiradora, investigo en mi imaginario y mi memoria, a ver que puedo contar.

Hoy, una pintada me ha llamado la atención, y mi lápiz se ha disparado.

Desde mi casa familiar, cuando era jovencita, tenía unas vistas espectaculares. El Aljarafe, comarca sevillana, estaba lleno de olivos, antes de que se convirtiera en una especulación de chalets y casas unifamiliares . Me gustaba asomarme y ver a los olivareros recoger sus aceitunas con camiones y tractores. Fue solo el paso del tiempo lo que me descubrió que detrás de esa finca había un coto privado de caza. Y ya no había día (como cuando te compras un coche rojo y ya solo ves coches rojos) que no escuchara disparos e imaginara a animales muertos, cómo lo trinchaban y se lo comían después.

Pero al ver la pintada, no solo he pensado en la caza como deporte nacional, ni de las subvenciones que el sector cinegético recibe a lo largo y ancho del país.

Mi mente ha volado a la historia del chico que se suicidó dejando escrita una carta a sus padres , reconociendo su homosexualidad   pidiéndoles perdón por no ser capaz de enfrentarse a sus compañeros acosadores del cole. Y cómo ese recuerdo me persiguió durante días pensando en cómo la culpa puede cazarte sin tregua

He recordado, a la vez, un documental que me recomendó un amigo, sobre Uganda, (África), país cristiano con mayoría católica, donde en ese momento, acababan de reformar el código penal que condenaba a muerte la práctica homosexual. Recuerdo, como si lo hubiera visto ayer, que John Sistiaga dialogaba con un hombre, que pasaba a ser considerado un criminal bajo el amparo de esta nueva ley. El periodista le preguntó qué pasaría si las autoridades los vieran a los dos de la mano. Y sin pensarlo el joven dijo:-mínimo 7 años de cárcel, máximo pena de muerte. 

Pero al ver la pintada no sólo me he acordado de este documental que se llamaba «Caza al homosexual», ni de las políticas sesgadoras de libertad y librepensamiento, que, como en Uganda y otros muchos países, se vienen repitiendo por todo el ancho mundo de mi país del XXI, europeo, occidental, democrático, capitalista, libre.

Se me ha venido a la cabeza la frase «caza de brujas», fenómeno histórico que tuvo lugar en muchos lugares entre los siglos XV y XVII, en la que miles de personas, sobre todo mujeres, fueron asesinadas por practicar la brujería y que, simbólicamente, en la actualidad, se podría definir como esa manía persecutoria hacia quienes consideramos el enemigo, por pertenecer a un grupo social, ideológico, étnico que no es el nuestro, que actúa fuera de nuestro canon de actuación, que no comparte nuestra forma de ser, hacer o pensar y solo porque es diferente, vive diferente y tiene unos costumbres diferentes inaceptables ante las nuestras, que son las buenas, valiosas y verdaderas.

Aunque lo que realmente me estremece y me da pie a hablar sobre este pintajo, es pensar no en la caza, sino en el cazador. Y como amante de las palabras y de sus divergentes significados, pongo en valor su simbología, representación, metáfora, alegorías que la acompañan.

Cazador, como símbolo de poder, persona con complejo de animal, con instinto depredador, cuyo valor moral es su fuerza aniquiladora y empequeñecedora del otro que es infinitamente mejor que él, pero no cree en su superioridad. Y su misión diaria acosarlo, capturarlo y aniquilarlo emocionalmente, (y físicamente si se tercia ¿por qué no?) por no hacer acopio de su fuerza destructiva. Individuos tacaños, egocéntricos, narcisistas, que crecen y se retroalimentan mucho mejor en manada.

Caza al cazador, rezaba en la frase.

   

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