Cosas paraíso

Fue mi regalo por superar un día muy duro de Septiembre, en mi nuevo colegio. Acabábamos de mudarnos y tuve que cambiar por imposición de lugares, amigas, costumbres.

Tuvieron que llamar a mis padres por algo que me ocurrió en el aula, que ahora no viene al caso, pero que marcó rotundamente mi cambio de etapa y me hundió en la vergüenza más vergonzosa. El caso es que, para limar mis sentimientos de culpa, me regalaron aquella maravilla que me abstrajo los siguientes días y meses.

Era rectangular y, entonces, me parecía enorme. Al abrirlo quedé completamente abducida por su interior. Con colores cambiantes, verde y rojo, rojo y verde. El rojo correspondía a la historia de un niño que no quería ir al colegio, ¡como yo en ese momento!, y que roba un libro precioso de una librería y decide leerlo. El verde, la aventura que lee y de la que él mismo se hace protagonista.

Muchos ya sabréis a lo que me refiero. Bastian, Atreyu, Fujur, la emperatriz infantil, la vieja Morla, que me dio a conocer con los años a uno de mis grupos de música favoritos. La historia interminable fue, durante muchos meses, y quizá años, mi novela refugio.

Entonces no comprendía que estaba conformando, sin saberlo, mi personalidad, mi vocación futura, mis gustos, mi mundo.

El país de Fantasía, la Nada fue mi primer pensamiento cuando escuché en una tertulia de mi emisora habitual responder a la pregunta ¿Cuáles son tus lugares paraíso?

Esos lugares, cosas, sentimientos imaginarios, reales, pasados, presentes, interiores, físicos, a donde volamos, volvemos, viajamos o soñamos, que nos hacen ser nosotros mismos y nos conectan con la felicidad absoluta.

Cerré los ojos y recordé, también a mi abuela, incorporada en la cama, postura espalda apoyada en la pared, piernas extendidas, para escuchar su lección diaria en inglés. Desde que había vivido una larga temporada en Miami se había convertido en su hobbie preferido a estas horas . El resto dormía, aún, la siesta, a pierna suelta, menos yo, que esperaba impaciente la hora vespertina de bajar a la playa. Leía las aventuras de Esther y su mundo, una joven, a la que yo quería y sentía parecerme, diferente, soñadora, enamoradiza de su libertad, ¡como yo!. Mi personaje refugio, pecosa, nada cursi, aventurera.

El camino de encuentro hacia el mar, era una sentencia, pero cuando divisaba la arena, el mar, salía corriendo, cuesta abajo, buscando mi sitio para clavar la sombrilla, cerca de mis vecinas y amigas. Me gustaba el agua modo piscina, sin olas, azul claro. Baño, bocadillo de nocilla, mis abuelos en la orilla, baño, rodearme de barro, baño, regreso, paseo en bici blanca, bocadillo de salchicha, quedadas en la calle, momento amigos, visitas a los gatos de los pisos verdes, noche estrellada. Verano.

La playa de mi infancia es uno de mis lugares refugio, sin duda. Una playa, cualquiera, solitaria, a primera hora, sin mucho calor, es otro, siempre.

Podría seguir un buen rato enumerando mis cosas refugio. Un rincón de mi casa, una canción, una montaña a la que pienso volver, un íntimo amigo al que echo de menos, mi cuaderno negro, mis seres de luz, una autocaravana imaginaria…

Fue una tertulia muy enriquecedora y me pareció un ejercicio precioso de conexión con nosotros mismos y con nuestra memoria presente y futura. ¿Te animas a hacerlo?

[ilustración de Jimmy liao]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *