Diversidad estridente

Hace un par de días, por razones del azar, hay quien dice que las casualidades no existen, me tocó una señora señoreada justo delante de mí en la cola del supermercado. No suelen interesarme las conversaciones ajenas y me evado bastantes veces de la gente que habla a mi alrededor sobre temas que no me interesan. Podría definirme como persona no cotilla, o por no ser descortés con quienes lo sean, interesadamente despistada de vidas ajenas.

Esta mujer señorona llamó mi atención, sin embargo. Hablaba de manera estridente con la cajera, de la que la separaban tres personas más que hacían cola. Se reía estridente y hablaba a gritos de cosas personales que solo las dos conocían, pero de lo que, en dos minutos, todo el supermercado quedó al tanto. Yo incluida, claro.

Dijo el nombre, pero mi mente, por cortesía, lo ha olvidado. Su vecina, guarra como ella sola, que ha criado a sus hijos como delincuentes, que se casó con uno más gordo que ella. Un hijo maricón (risa estridente), y la hija ahora se ha preñado de un negro (vuelta risa estridente) que vaya tú a saber que enfermedades tiene y de donde viene. Y todo el día en la casa, sin dar un palo al agua(Comienza el enfado)Y recibiendo ayudas del gobierno, los muy flojos, que se vaya a su puto pais (cabreo potencial), y nos dejen tranquilos. A Cataluña los mandaba yo, o con los etarras, todos juntitos. Y una frontera de lado a lado y al carajo. Pero de verdad ¿eh?(me intuye mirándola y me mira y me grita a mí), de verdad.

Cuando me tocó mi turno, ella se había apartado para recolocar su carro y su boca. Mis manos temblaban y no atinaba ni a meter las cosas en mi bolsa de tela. Noté que mi cara miraba hacia abajo y no crucé palabra con la cajera, a quien conocía de sobra, aunque no más allá de que calor hace hoy, o que ganas de que termine mi turno de trabajo. Una persona sonriente, educada, ¿amable? que ese día, junto a la señoreada señora se había convertido, para mí, en una auténtica bestia.

Al salir por la puerta, no exagero, tuve que sentarme. Estaba paralizada, me notaba sin fuerzas, extenuada. Mi temperatura corporal había aumentado a mil. Puede que hiciera mucha calor, eso sí, que no había dormido bien, eso también. Pero la rabia de todo lo que me gustaría haber pronunciado y no hice, eso…sobre todo. Tardé en recuperarme un buen rato. Intentando comprender por qué hay personas que respiran y escupen tanto odio, teniendo por norma el desprecio hacia lo diferente, sintiéndose dueñas absolutas de la verdad y de la tierra que pisan por el simple hecho de haber tenido la suerte de nacer en ella. Intentando asimilar por qué hay seres humanos que destruyen sin dudarlo cualquier atisbo de humanidad.

Dijeron, dijo la señorona interpelada por la cajera, muchas más cosas que no pienso pronunciar, porque hacerlo sería darle mas protagonismo del que quiero en este post.

Porque quiero que esto vaya de otra cosa. Todo el que me conoce, sabe de mi ideología de izquierdas. No soy de partidos, soy de ideas, de pensamientos y sentires. esta va de expresar cuánto bien me hace a mí, a mi vida, a mi mundo, la diversidad en todos sus espectros. Y de la impotencia que me crea escuchar a tanta gente que prefiere dividir que sumar, separar que abrazar. Gente que no se plantea que perder los derechos que conquistaron los que nos precedieron, muchos con su vida, implica algo más que un nombre propio o unas siglas. Y que esto debería ser cuestión de estado, impepinable, incuestionable. Intocable.

Amo la diversidad de situaciones novedosas, de opiniones contrarias, de formas originales de vivir, trabajar y ser. Diversidad de razas, colores, banderas, sexualidades, de mostrarse al mundo, de familias rehechas, compartidas y enriquecidas. Diversidad de patrias, lugares donde querer vivir mejor y tener una vida elegida. Diversidad, riqueza, libertad, tres palabras en las que me crezco cada día. Lo contrario me empequeñece, me limita, me bloquea y me entristece hasta paralizarme.

Cuando llegué a casa, ya repuesta, me senté, pensé en mi vida, mis valores, lo que he construido sin creerme más que nadie, mi vocación que pone en el centro a personas y no a títulos ni estereotipos, la gente con la que he decidido seguir caminando y tener a mi lado. Viviendo sin complejos, respetando al que lo hace de otra manera, ayudando a quien no puede, creciendo con el que me escucha, aprendiendo de lo que no entiendo, acompañando a quien lo necesita.

Y sonreí. Y reí estridente. A solas.

Una respuesta a «Diversidad estridente»

  1. Y como vives la diversidad…. Es increíble verte vivir, es un aprendizaje. Como das su sitio a cada persona, como empatizas y comprendes al otro …

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