Me siento en mi silla de hoy frente a un escenario verde. Rápidamente conecto con la sensación de esos días frustrados de sueños en cola. Ya no hay rabia, sí melancolía.
Fuimos libres ¿o soñábamos serlo? de darnos besos y abrazos por todo y nada, de recorrer calles a horas inesperadas e inoportunas. Haciendo planes, intuyendo que nos merecíamos que se cumplieran. Y si, por algún alma de diablo se cumplían, soñábamos poder repetirlos.
¿Fuimos libres? con amigos, de comer y beber en bares, en tascas, de pie, rozándonos, brindando con copas mezcladas, sucias, limpias, por lo bien que lo estábamos haciendo, y por esa historia colectiva que la vida nos regalaba.
¿Fuimos libres? de dificultades sembradas en tierra fértil en abono del bueno. Tirando las basuras en sus diferentes recipientes, yendo a la compra con bolsas de tela, cocinando rico, haciendo deporte, sintiéndonos bien. Libres por cuestas empedradas, intransitadas, silenciosas de vergüenzas, llenas de alcohol y pies cansados, calles con hermosos balcones de flores y gritos unísonos.
Fui libre de llegar a vuestra casa, sonreír todo el tiempo y ser feliz por un ratito recorriendo el mundo en fotos. Libres de soñar grande y volar despiertos. Y ahí quedó nuestro vuelo.
Acabo de ver anunciado el fin total de las tapabocas, y todo esto narrado se convierte en un sueño feo y en el cumplimiento de un pasado deseo y una pregunta difícil ¿la normalidad existe?.